Por Jaime Queralt-Lortzing Beckmann.
Hablar en un foro como éste de lo importante que es para una empresa la estrategia, de puro obvio que es, resulta casi banal y alguien me podría tachar de simple e insustancial.
Sin embargo, cuando vamos a la realidad de las cosas, lo cierto es que las corporaciones están haciendo objetivos cada vez más cortos, con un ámbito trimestral, cuando no mensual, y el plazo de un año ya es algo que parece inabarcable con la vista.
¿Qué consecuencias tiene esto? Pues que los directivos de esas compañías quitan las luces largas y se dedican al cortoplacismo más absoluto, tomando decisiones tácticas que no siempre tienen porqué coincidir con la estrategia de su empresa, pero que les pueden salvar a ellos personalmente los resultados de cara a ese trimestre en cuestión. ¿Y el siguiente…?, pues ya veremos.
Petoljetka es una palabra que me enseñó mi buen amigo Zan Tabak, grandísimo jugador de la NBA y de la selección yugoslava de baloncesto, además de gran persona; y que significa exactamente lo que hemos perdido en muchas de nuestras empresas actuales de visión miope: los planes estratégicos.
Petoljetka era como se denominaba a los manidos Planes Quinquenales de la antigua Yugoslavia, que permitían dar sentido a esos procesos de investigación que no eran capaces de devolver la inversión realizada en un corto plazo, y que hacían posible afrontar proyectos complejos con inversiones a largo plazo.
Cuando un equipo directivo trabaja con la tranquilidad de saber cuál es el objetivo final y qué rumbo debe de llevar para llegar a este resultado, las decisiones tácticas están alineadas todas entre sí y tienen coherencia.
Las microdecisiones que cada uno va tomando son coincidentes con las del resto, sin necesidad de haberlo concertado por anticipado, porque, sencillamente, se adecúan a la estrategia que todos conocen.
En definitiva, la táctica se sincroniza con la estrategia y no al revés.
Es necesario que recuperemos el concepto que recoge la palabra petoljetka, que seamos capaces de trabajar con una Visión de nuestra empresa a tres o cinco años vista, que podamos trasladársela a nuestro equipo y que éste se sienta identificado con ella.
No es nada fácil en un mundo empresarial cambiante como el actual, pero hay que arriesgar. Después, tendremos que conseguir un compromiso de todos en querer alcanzar ese objetivo común y dependerá precisamente de nuestro liderazgo el ser capaces de diseñarlo, dibujárselo y hacer que lo compartan y lo defiendan a muerte.
A partir de ahí, cada cual irá tomando sus decisiones tácticas, dentro de su nivel, con mentalidad empresarial; y todas ellas irán enfocadas y serán compatibles con nuestros objetivos a largo plazo.
Definamos bien nuestra estrategia, volvamos a establecer metas en un horizonte visible, pero no inmediato, con el que poder transmitir a nuestros equipos hacia dónde queremos ir.
Aún a riesgo de que me llamen simple, quiero volver a Petoljetka, si es que alguna vez existió.